viernes, 1 de mayo de 2009

La vida de Audrey Hepburn, encarnación de la elegancia, regresa en un documental · ELPAÍS.com

'La historia completa no autorizada' repasa la vida de la actriz belga que personificó el glamour

El documental La historia completa no autorizada recoge la trayectoria personal y profesional de la actriz Audrey Hepburn, que encarnó a la perfección la esencia de la mujer elegante y bella. Ganadora de un Oscar por su interpretación en Vacaciones en Roma, junto a Gregory Peck, la actriz encarnó otros papeles inolvidables en filmes como Sabrina, My fair lady o Desayuno con diamantes.

En La historia completa no autorizada, que estrena el canal digital BIO el próximo lunes, se narra la trayectoria de Hepburn, quien pese a su imagen enfundada en grandes gafas de sol y vestida por Givenchy, ocultaba las privaciones que tuvo que soportar durante su infancia y juventud en Holanda. Tras la separación de sus padres, se trasladó a Londres donde estudió danza y arte dramático y participó en varias películas hasta que el director de cine William Wyler le ofreció su primer papel en Hollywood.

La encarnación de la elegancia


Con Vacaciones en Roma ganó el Oscar y el Globo de Oro a la Mejor Actriz en 1954 y, a partir de entonces, su rostro angelical pasó a ser protagonista de películas clásicas de la época como Dos en la carretera o Charada. Su interpretación de Holly Golightly en Desayuno con diamantes la elevó a mito del cine americano hasta el punto de que, a mediados de los años cincuenta, se había convertido en una de las mayores estrellas de Hollywood y su estilo, elegante y personal, marcaba tendencia en la calle.

Sin embargo, a pesar del éxito, la vida de la frágil Hepburn fue más reservada y humilde que la mayoría de las grandes figuras del cine de su tiempo. Sus dos matrimonios, el primero con Mel Ferrer y el segundo con Andrea Dotti, fracasaron y la actriz se refugió en el cuidado de su hijo Sean, quien actualmente gestiona la fundación que lleva su nombre, y en las labores humanitarias.


En 1988, fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), y hasta su muerte en 1993 dedicó todos sus esfuerzos a combatir el sida y la desnutrición de los más pequeños en los países del tercer mundo

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